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Foto del escritorAna Karen San Emeterio

Acerca del duelo, la pertenencia y el Bullerengue.


Con qué se alegran mis penas (bullerengue pa' bailar)


Con qué disipo mi llanto (bullerengue pa' bailar)


No hablo de la vida ajena (bullerengue pa' bailar)


Y me alegro por mi canto (bullerengue pa' bailar)


Petrona Martínez


Arte que realicé después de una sesión de un taller de duelo que facilité acerca de la pérdida del hogar.
Arte que realicé como respuesta a una sesión de un taller de duelo y arteterapia que facilité después de regresar a México.

Regresar a México hace un año, fue un proceso de reconstrucción complejo acompañado de duelos múltiples; dejar amistades, una relación, una gatita compañera, la idea y el proyecto de mí que estaba construyendo y que ya no podía ser, la tierra compleja que llegué a llamar hogar.


Después de días de silencio necesarios busqué música para acompañarme en mi duelo y el bullerengue fue lo que resonó más. A la par, conocí a un grupo de mujeres que me introdujeron a prácticas curativas que no había probado antes. Entre ellas hubo un taller de medicina tradicional mexicana en el que pude participar de un ritual que me permitió recuperar energía, sacar parte de la sombra del dolor y empezar a preparar el terreno para que algo más creciera. Lo sucedido aquel día fue una experiencia que permitió mover mucha energía estancada y, además, hacerlo acompañada y me dejó profundamente agradecida. Sin embargo, sabía que no era aquí, ni en la Ciudad de México —que fue mi hogar durante décadas— donde sentía que debía estar. En todo esto, el bullerengue me acompañaba. Comencé a buscar lugares en los que pudiera verme viviendo. Lugares donde la naturaleza fuera abundante, menos ruidosos y más seguros que dónde crecí, más pequeños que la Ciudad de México, pero no tanto como el pueblo en Canadá en que vivía, y donde hubiera interés por el arte y la cultura. Entonces, encontré Coatepec, dónde cada paso que daba se sentía fácil y correcto. 

Unos meses después de mudarme, sentí la necesidad de bailar en comunidad nuevamente y busqué una clase. Una de las sincronicidades por las que estoy más agradecida sucedió: había una clase de baile afrocolombiano en la que enseñaban bullerengue.


No solo tuve la suerte de encontrar a un maestro afrocolombiano dispuesto a compartir las danzas sino que no duda en compartir de forma crítica el "proceso de blanqueamiento" que ha sucedido con la música y la cultura afrocolombianas ahora que están obteniendo reconocimiento mundial y como la historia del origen muchas veces no se menciona. Y es que el bullerengue es un testimonio de la resistencia de los descendientes de los sobrevivientes de la trata transatlántica de esclavos en el área del Caribe colombiano; nació en los palenques (comunidades fortificadas fundadas por esclavos africanos fugitivos como refugio) y se conserva por tradición oral, se practica en comunidad, lo cantan principalmente mujeres mayores y se toca con tambores tradicionales hechos a mano.


Esta búsqueda de comunidad, de reconexión conmigo, también vino acompañada del recordatorio de cómo el arte ha sido de diversas formas una herramienta para aligerarnos, para seguir siendo. La danza y la música, en 2024 fueron de nuevo para mi un recurso, una forma de volver a aprender a estar con los demás cuando todavía no estaba segura de cómo estar conmigo misma, una forma de reconectarme con mi cuerpo que había sido impactado por el duelo y no se sentía del todo mío, de poder darle una perspectiva diferente a todo el proceso reflexivo que estaba sucediendo como parte del proceso de sanación, de hacer lo que predico poniendo el cuidado de mí misma en el centro lo mejor que pude (con gentileza y paciencia) mientras agradecía que aquí puedo hacer lo que amo en persona, abriendo mi práctica de arteterapia.


Una parte de mí me estaba llamando dentro de la tormenta del duelo. La danza, los libros, la comunidad, los rituales, la poesía y la música fueron las llaves que me ayudaron a reconectarme y actuaron como recordatorios de que la alegría puede existir al mismo tiempo que el duelo, la danza (y cualquier tipo de arte en realidad) puede transmutar la pesadez en tu corazón, que ejemplos de resistencia hay muchos a nuestro alrededor, solo tenemos que poner atención, que el duelo se puede vivir colectivamente y, en estas partes del mundo, esto es conocimiento que habita en nuestro cuerpo.




Ha pasado un poco más de medio año desde que me mudé aquí y comencé a bailar; tuvimos nuestra primera presentación de baile afrocolombiano en noviembre pasado. Al día siguiente me senté a dibujar aún con la energía de la presentación dentro usando un juego de pinturas Beam que llegaron por correo solo unos días después de que tuve que dejar Canadá. 

Recuerdo que cuando recibí el paquete con las pinturas, sentí que era el regalo de despedida perfecto y decidí no usarlas hasta que surgiera una ocasión especial. De alguna forma, después de un año, y con la energía recolectada por bailar así, de noche, juntas, se sintió como el momento perfecto. La imagen de abajo es el resultado final.


Pieza de arte con forma de flor con texto que dice: bullerengue de fuego, flores vibrantes y dolor entrelazado dentro de mi, vivo.

Finalmente, quisiera cerrar compartiendo dos de los Bullerengues que me sostuvieron en 2024:


"Las Penas Alegres" de Petrona Martinez.





"Madre Fuego" de Bulla en el Barrio.








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